domingo, 24 de noviembre de 2013

Torneo de Baloncesto Ciudad de Barbastro


Allá por el año 1987 se celebraba la primera edición del prestigioso y añorado "Torneo de Baloncesto Ciudad de Barbastro", enclavado en plenas Fiestas de septiembre.

Recuerdo como la semana anterior subí con mi padre al polideportivo a adquirir los abonos correspondientes. Con mis siete añetes no era ni mediánamente consciente de a dónde quería llevarme mi padre después del Coso Blanco y que pudiese ser más interesante que el pasacalles o las ferietas. Sabía que era algo relacionado con el baloncesto, pero hasta entonces, ese concepto se reducía para mí a un señor muy larguirucho que jugaba en el Madrid que años más tarde salió en el "Mira quien baila" y un señor negro que jugaba en el Barcelona, el cual me hacía mucha gracia porque se llamaba Chicho, y que cuando coincidían en un partido por la tele y se veía en mi casa, mis hermanos gritaban como locos.

Intentaron hacerme comprender que iba a jugar el equipo de Huesca, el Magia. Esos sí que me sonaban porque salían muchas veces en el periódico que mi padre compraba a diario e incluso había un póster en casa. Pero a los otros dos equipos del torneo no los había oído jamás. Sus nombres sonaban raro, el Zalgiris Kaunas, y la no sé qué de plástico de Split. No me cabía en la cabeza cómo podíamos a ver a esos zagales de plástico en lugar de a las ferietas.

El caso es que llegó el día del primer partido y nada más llegar a los aledaños del pabellón Ángel Órus comprendí la magnitud del evento ya que había un montón de gente haciendo cola para entrar. La visión del interior no era menos espectacular, con gradas supletorias habilitadas para la ocasión. No cabía un alfiler. Aquello debía de ser importante. Pero lo que más me impactó fue ver a aquellos jugadores calentando y estirando en la pista. Moles de más de 2 metros que me parecían auténticos gigantes que se movían como bailarinas de ballet por la pista, con una agilidad y una rapidez que no casaba con su tamaño y envergadura. Realmente parecían de plástico, ¡no podían ser reales!

En un lado de la pista, de verde, estaba el Magia Huesca, el mítico Peñas. En el otro lado, de amarillo, los yugoslavos por aquel entonces, de la Jugoplastika de Split. Y alguien en la grada señaló al más jovenacho, y uno de los más larguiruchos, de los amarillos - ese, ¡ese es el bueno de ellos!.

Toni Kukoc, más largo que un día sin pan

¿Cómo va a ser ese? - pensé yo - si es un crío... Y para que a un zagal de 7 años le parezca que una persona es joven, tiene que sacar una cara de crío... Se trataba de Toni Kukoc, leyenda viva del Baloncesto europeo. No es que fuera el mejor de su equipo con sus 19 años, es que un par de años más tarde iba a ser el mejor de casi toda Europa. Como escuderos de lujo figuraban Dino Radja y Velimir Perasovic.

Del partido en si, no recuerdo gran cosa. La increíble rapidez con que ejecutaban las jugadas aquellos jugadores, los tiros libres que lanzaba Granger Hall y que iban coreados mientras botaba el balón de ¡Uuuunooo, doooooos, treeeeees, oooooooooo (el ooooo tan largo como Hall se mantuviese con la mirada fija en el aro esperando a lanzar el balón y este volase hasta el aro) ooooooooleeeeeeeeeee (si fallaba el lanzamiento, el grito derivaba en oooooohuuuuuuyyyyy)

Granger Hall, ataviado con la mítica equipación del Peñas

El Peñas como era de esperar perdió a pesar de la brega de su pareja de americanos, Jackson y Hall, y al día siguiente se enfrentó al Zalgiris de Kaunas, que por aquel entonces era un equipo soviético. Contaba con un plantel maravilloso liderado por Sabonis, quien lesionado no pudo venir (años más tarde me quité la espina viéndolo en el pabellón del Parque de Huesca) y con media selección de la URSS como lugartenientes. Kurtinaitis, Marchulonis, Homicius... Los que un año después se proclamarían campeones olímpicos en Seul '88.

De izquierda a derecha: Marchulonis, Kurtinaitis, Sabonis y Homicius en Seul '88

Por aquel entonces tampoco los había oído mencionar y tan sólo me resultaban curiosos porque casi todos llevaban bigote. Quizá no jugasen tan vertiginosamente como la Jugoplastika, pero había un rubio con cara de pirado (y con bigote) que enganchaba el balón en línea de 3 puntos y era una puñetera ametralladora. Rimas Kurtinaitis, el primer europeo que disputó un concurso de triples de la NBA.

Don Rimas Kurtinaitis

Cuenta la leyenda, que durante uno de los entrenamientos matinales en el pabellón Ángel Orús, los chicos de la Jugoplastika dirgidos por el señor Bozidar Maljkovic se enzarzaron en un concurso de triples con uno de los zagales que se encontraba por la pista haciendo las funciones de aguador, utillero, pasando la mopa... Los integrantes del concurso fueron el propio Maljkovic, Perasovic que para estas cuestiones no era manco, y el zagal. El segundo clasificado en el concurso está meridiánamente claro que fue para el señor Maljkovic. Sin embargo, cuenta la leyenda, que el zagaler en cuestión quedó primero y Velimir Perasovic, tercero y último.

El tercer y último día de torneo, mi padre y yo subimos al pabellón a esperar a los jugadores a la salida del entrenamiento para que nos firmaran unos autógrafos en una libreta que aún conservo y que había estrenado con la firma del ilustre vallista montisonense, Javier Moracho. Recuerdo la salida de aquellos gigantes por la puerta del pabellón y quedarme paralizado de la impresión. De mi padre empujándome para que me acercara y de al final, tener que ir él a pararlos porque yo estaba petrificado. De que todos los que paró llevaban barba y bigotes (tampoco era muy difícil) y si a eso le unimos que eran más largos que un día sin pan, me tuvieron que arrancar la libreta de las manos porque estaba cagado.

Y allí firmó Chivilis, Brazys... y la ametralladora del Báltico, don Rimas Kurtinaitis. Con aquellos ojos saltones que gastaba, el bravo alero lituano estampó su firma en cirílico en la libreta.

Y debió de ser entonces, al llegar al hotel, cuando don Rimas protagonizó otra de las anécdotas del Torneo. En el hotel donde se hospedaba el Zalgiris resulta que trabajaba de conserje un amigo de mi hermana. En una de las idas y venidas de Kurtinaitis, este se fijó en que el conserje estaba escuchando una cinta de cassette de música country. Este tipo de música, que debía estar más prohibido en Kaunas que escuchar radio Vaticano, debía de resultarle especialmente agradable a Kurtinaitis ya que romanció lo que no está en los escritos para que el conserje se la regalara. No olvidemos que en 1987, siendo de Kaunas, por mucha Perestroika y mucho Gorbachov que hubiera, estos zagales al venir a Occidente debían de ver cosas que allí no debía haber ni en sueños.

Ejemplo ilustrativo de lo que no se podía ver en Kaunas entonces y ahora sí

Al final, llegaron a un acuerdo. El conserje le dijo a Kurtinaitis, un poco por sacárselo de encima, que si en el partido de esa noche contra la Jugoplastika en el que ambos se jugaban el Torneo, era capaz de encestar 10 lanzamientos triples, la cinta era suya. Y Rimas aceptó el trato.

Tengo recuerdo muy vagos del desarrollo del partido. Vuelvo a repetir que tenía 7 años. Me acuerdo, aunque son más sensaciones, quizá recuerdos incorporados años después, del juego de los yugoslavos. De Kukoc que parecía que fuera a romperse en cada jugada, y de un más maduro Radja. De Marchulonis penetrando la zona y metiendo bandejas y de Kurtinaitis metiendo e intentando muchos triples ante el delirio del público. Cuando digo intentando muchos triples es que debió tirar hasta las zapatillas. Porque al final, contribuyendo de manera decisiva a la victoria del Zalgiris por 108-102 (si no está equivocada la reseña de la foto de arriba), don Rimas Kurtinaitis clavó 8 triples que se dicen pronto.

8 triplazos. Se quedó a dos sólo de completar la decena que había pactado con el conserje. Evidentemente, después de semejante lección de pitera, el conserje le regaló la cinta de cassette de música country.

Y es gracias a Rimas Kurtinaitis, y a otros factores, que yo le cogí aprecio a los equipos y deportistas en general que venían de aquellas tierras y es así que siempre me han caído simpáticos. Por los yugoslavos en cambio sentí admiración hasta que el dominio que impusieron en todas las competiciones, y que tenían una vena un tanto marrullera y que los arbitrajes les beneficiaban, hizo que les cogiese manía porque lo ganaban todo.

Eso no quita para que hace unos años en un viaje a Croacia con los amigos, el día que estábamos por Split fuésemos a la oficina de turismo a preguntar por el antiguo pabellón de la Jugoplastika. La conversación con la muchacha de la oficina fue surrealista. Desarrollada en inglés, ella nos indicó con cara de pocos amigos que la Jugoplastika de Split era un antiguo equipo de la ya extinta Yugoslavia. Nosotros le respondimos que sí, que ya los sabíamos. Ella erre que erre con que el actual equipo de la ciudad era el KK Split, que la Jugoplastika era cosa del pasado (pasado que no les hace mucha gracia rememorar) e indicándonos dónde estaba el pabellón nuevo. Y nosotros diciéndole que queríamos saber dónde estaba el pabellón viejo. Al final la pobre moza, preguntándose de que infierno se habían escapado aquella banda de perturbados, marcó con desgana la ubicación del pabellón de aquel vestigio de la antigua Yugoslavia en un mapa y marchamos para allí. 




Puerta del pabellón viejo de la Jugoplastika, el friki que se refleja en la foto soy yo

El torneo, por suerte, se disputó durante unos cuantos años más y se produjeron otras muchas anécdotas al mismo tiempo que por la pista del Ángel Orús iba desfilando lo más destacado del baloncesto continental. Otro día seguiré contando más historias de este gran torneo que deparó jornadas espectaculares y que muchos añoramos.

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